
Iglesia de San Torcuato
La iglesia de San Torcuato se encuentra en lo alto de Villaescusa del Butrón, en un entorno de páramo y bosque que desciende hacia la Hoya de Huidobro. Es un edificio que atesora restos románicos, pero también conserva las huellas del abandono y del paso del tiempo: desde la parte alta del pueblo, su estructura acompaña la silueta de las casas en ruinas, la piedra antigua y el viento del páramo. Visitarla es asomarse a un pasado profundo —hecho de arte, linajes y caminos de arrieros— y, al mismo tiempo, de fragilidad, memoria y deseo de protección.
Historia
San Torcuato fue construida en origen en época románica, probablemente entre los siglos XII y XIII, cuando Villaescusa formaba parte de la antigua Merindad de Valdivielso. A lo largo de los siglos sufrió adaptaciones —especialmente en épocas modernas— que modificaron partes de su estructura, sobre todo la cabecera. Con la despoblación de los años 60 y 70, el templo quedó abandonado. El proceso de deterioro fue lento pero inexorable: la iglesia dejó de tener culto habitual, y con el paso del tiempo se fue vendiendo patrimonio, desapareciendo elementos, y sufriendo saqueos. Todo ello culminó en un derrumbe parcial que afectó a la torre, dejándola sin campanas, sin techo, expuesta a la intemperie y en ruina.
Características
A día de hoy la iglesia conserva su nave original con muros de sillería, una portada meridional de arco de medio punto con arquivoltas que recuerda su origen románico, y varios canecillos bajo la cornisa que evocan antiguos detalles medievales. Sin embargo, su estado es claramente frágil: la torre —que una vez albergó campanas— carece de remate, no tiene techo y fue objeto de una consolidación mínima para evitar su desplome, pero no se ha rehabilitado por completo. El ábside original desapareció en reformas antiguas, y la cubierta actual de la nave data de épocas posteriores. El conjunto transmite una mezcla de historia viva y abandono: la piedra resiste, pero la memoria pide cuidado.
Uso y conservación
Tras décadas de abandono, la iglesia entró en 2016 en un programa de urgencia —el llamado “convenio de las goteras”— que permitió salvar gran parte de la estructura principal y evitar su colapso total. Gracias a ello, hoy la nave permanece en pie, es visible desde el exterior y algunos de sus elementos románicos pueden admirarse con seguridad. La torre, sin embargo, quedó consolidada de forma básica —sus muros soportan, pero la cubierta y las campanas no se han restaurado— y su rehabilitación completa sigue pendiente. El acceso al exterior es libre, y muchos visitantes y vecinos la consideran un símbolo del pasado del pueblo, aunque su estado recuerda que el patrimonio no se conserva solo con nostalgia.
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