
Iglesia de San Román
La iglesia de San Román se alza en el corazón de Mozarés como uno de esos templos tranquilos que parecen custodiar la memoria del pueblo. Rodeada de casas de piedra y abierta al paisaje sereno de la Merindad de Castilla la Vieja, esta iglesia ofrece al viajero una estampa sencilla y auténtica, muy acorde con el espíritu rural de la zona. Su silueta destaca sin imponerse, integrada de forma natural en el caserío, como si llevara siglos acompañando la vida diaria del pueblo. Acercarse a ella es descubrir uno de esos rincones que invitan a detenerse y mirar con calma.
Historia
Los orígenes de la iglesia de San Román se remontan a los siglos en los que estas pequeñas aldeas comenzaban a consolidarse en la Merindad, levantando templos humildes pero sólidos para dar respuesta a su fe y a su identidad comunitaria. Con los siglos, el edificio ha ido adaptándose, recibiendo pequeñas ampliaciones y reformas que hablan de la constancia de sus vecinos por mantenerlo en pie. No faltan las historias transmitidas de generación en generación: desde antiguas devociones ligadas a su santo titular hasta recuerdos de celebraciones y reuniones que marcaron la vida del pueblo. Aunque no fue un gran centro de poder, sí fue —y sigue siendo— un referente espiritual y social para Mozarés.
Características
La iglesia, construida mayoritariamente en piedra local, presenta un estilo sobrio, típico de los templos rurales de la comarca. Su planta sencilla, los muros robustos y la torre modesta pero elegante le dan un aire íntimo y honesto. El visitante puede fijarse en las pequeñas huellas del tiempo: canecillos, inscripciones desgastadas, detalles en las portadas o ventanales que hablan de distintas épocas y manos. El entorno que la rodea —prados, lomas cercanas y el silencio propio del pueblo— realza aún más su presencia, creando un conjunto muy armonioso que invita a la contemplación y a la fotografía pausada.
Uso y conservación
Hoy la iglesia de San Román sigue siendo un espacio vivo para Mozarés, utilizada en celebraciones y encuentros que mantienen su función comunitaria. A lo largo del tiempo ha recibido labores de cuidado y mantenimiento por parte de vecinos y autoridades locales, permitiendo que conserve su carácter original sin perder estabilidad. Su acceso es sencillo y libre, típico de los templos rurales donde la puerta abierta es casi una costumbre. Para muchos habitantes, la iglesia no es solo patrimonio: es un símbolo compartido, un recuerdo constante de sus raíces.
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