
Lavaderos de Cornejo
Pasear por Cornejo, capital de la Merindad de Sotoscueva, es también descubrir rincones que nos hablan de la vida cotidiana de sus vecinos en tiempos no tan lejanos. Entre ellos destacan sus dos lavaderos tradicionales, situados a orillas del río Trema, que atraviesa la localidad y divide sus barrios en diferentes márgenes. Estos lavaderos no solo fueron espacios de trabajo, sino también lugares de encuentro y convivencia, reflejando la importancia del agua en la organización de la vida rural.
Historia
Los lavaderos públicos empezaron a construirse en muchos pueblos de Burgos a partir del siglo XIX y comienzos del XX, en respuesta a la necesidad de mejorar la higiene y facilitar el lavado de ropa en un entorno común. Antes de su existencia, las mujeres solían lavar directamente en los ríos, soportando el frío del agua y las incomodidades de no contar con un espacio acondicionado. En Cornejo, la construcción de dos lavaderos diferentes a orillas del Trema respondió a una necesidad práctica: facilitar el acceso a cada barrio de la localidad, evitando desplazamientos largos para tareas que eran casi diarias.
Características
El visitante encontrará dos lavaderos distintos en Cornejo. El más pequeño tiene la particularidad de incorporar una fuente, lo que permitía aprovechar el agua corriente tanto para beber como para lavar, cumpliendo así una doble función muy valiosa para los vecinos. El otro, de mayor tamaño, se ubica también a la vera del río y está diseñado para dar servicio a un número mayor de personas. Ambos conservan la tipología sencilla de piedra y pilas rectangulares, propias de las construcciones rurales, adaptadas al entorno y pensadas para ser útiles y resistentes.
Uso y conservación
Aunque hoy ya no cumplen su función original, los lavaderos de Cornejo se mantienen como un legado etnográfico que recuerda la vida comunitaria de antaño. Actualmente pueden visitarse libremente y forman parte del recorrido patrimonial del pueblo, junto a la iglesia, la fuente-pilón o la bolera. Su conservación ha sido posible gracias al respeto de los propios vecinos, que los mantienen como un testimonio de la importancia del agua en la organización de la vida rural. Para el visitante, detenerse frente a estos lavaderos es hacer un viaje en el tiempo y comprender mejor cómo se tejía la vida social de un pueblo.
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