
Fuente de Argés
En pleno corazón de la pequeña localidad de Argés, en el Valle de Manzanedo, se encuentra un elemento sencillo pero cargado de valor histórico y social: la fuente de Argés. Situada justo enfrente de la iglesia de Santa Eulalia y en una pequeña plaza que articula el caserío, este punto se convierte en el verdadero centro de reunión de la vida local. No solo fue durante siglos un espacio funcional para abastecerse de agua, sino también un lugar de encuentro vecinal, donde la tradición y la vida cotidiana se han mezclado de manera natural.
Historia
Las fuentes públicas, como la de Argés, son testimonio de una época en la que el agua era un recurso compartido y vital para la comunidad. Construida en piedra, probablemente entre los siglos XVIII y XIX, servía tanto para el uso doméstico como para el abastecimiento de los animales, gracias al pilón que recoge el agua que rebosa del caño. Este detalle, común en los pueblos rurales de la zona, muestra cómo se organizaba la vida en torno a recursos básicos, compartiendo la fuente entre vecinos y ganado. A lo largo de los años fue testigo de la vida diaria, desde las mujeres que llenaban cántaros hasta los animales que descansaban tras beber.
Características
La fuente de Argés presenta una estructura robusta y sencilla, realizada en piedra local. Cuenta con un caño metálico por el que mana el agua, que cae en el pilón rectangular utilizado antaño para abrevar al ganado. Su ubicación estratégica, frente a la iglesia y en el espacio abierto de la plaza, le da un carácter central en la vida del pueblo. Alrededor de ella se levantan casas montañesas con balconadas y tejados de teja árabe rojiza, creando un conjunto que mantiene el encanto rural. Además, se ha convertido en un elemento que embellece la plaza y refuerza la identidad colectiva del pueblo.
Uso y conservación
Aunque hoy en día ya no tiene la importancia funcional que tuvo en el pasado, la fuente de Argés se conserva en buen estado y sigue manando agua. En la actualidad es un punto patrimonial y estético, pero no ha perdido del todo su función práctica: todavía se utiliza en momentos puntuales y, sobre todo, sigue siendo un espacio de encuentro, descanso y parada para quienes pasean por el pueblo. Su conservación asegura que continúe siendo parte de la memoria viva de Argés, como símbolo de la vida comunitaria tradicional.
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