
Pontón de Argés
El Pontón de Argés es uno de esos rincones que conectan de forma especial la vida cotidiana con la historia y el paisaje del Valle de Manzanedo. Situado sobre el río Ebro, este pequeño puente peatonal sirve de acceso hacia una antigua granja en la margen opuesta del cauce y se encuentra justo enfrente del Eremitorio de San Pedro de Argés, uno de los conjuntos rupestres más destacados de la comarca. Aunque pueda parecer una infraestructura menor, su presencia es vital para comprender cómo los habitantes de estos pueblos se relacionaban con el río y se adaptaban a sus condiciones.
Historia
Durante siglos, los pontones fueron soluciones populares de paso sobre los ríos en las zonas rurales. El de Argés, al igual que otros del valle, no nació de la mano de ingenieros, sino de la necesidad de los vecinos, que apilaban piedras para crear pilas y colocaban sobre ellas maderos que permitieran el paso. Este sistema rudimentario se veía obligado a retirarse en épocas de crecida para evitar que el Ebro se lo llevase por delante. Durante mucho tiempo, el Pontón de Argés sufrió deterioro, quedando incluso en condiciones muy precarias. Sin embargo, recientemente fue objeto de una reforma que lo ha consolidado, garantizando así su continuidad como vía de paso y como patrimonio local.
Características
Hoy en día, el Pontón de Argés combina su origen tradicional con una mejora moderna. Construido con bases sólidas de piedra y reforzado con materiales actuales como hormigón y hierro, mantiene un aspecto rústico que se funde con el entorno natural del Ebro. Desde él se obtiene una vista privilegiada del cauce y, al otro lado, del eremitorio excavado en la roca, lo que convierte el cruce en una experiencia visual única. Su tamaño es modesto, pensado para el tránsito a pie, lo que aumenta su encanto y lo diferencia de grandes infraestructuras.
Uso y conservación
El pontón, aunque hoy ya no es tan imprescindible para la vida diaria, sigue siendo un elemento muy útil para senderistas y visitantes que recorren el valle, especialmente aquellos que siguen rutas vinculadas al Camino Natural del Ebro (GR-99). La reforma reciente asegura su durabilidad, evitando el aislamiento de la zona en épocas de lluvia y crecidas. Además, se ha convertido en un pequeño punto de interés turístico: un lugar que mezcla tradición, funcionalidad y belleza paisajística, y que invita a detenerse, observar el río y reflexionar sobre la forma en que estos pueblos se han adaptado a su entorno.
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