
Iglesia de Santa Eugenia
La iglesia de Santa Eugenia es el corazón espiritual de Villasopliz, una pequeña localidad enclavada en el espectacular Valle de Manzanedo, al norte de la provincia de Burgos. Rodeada por un caserío montañés de piedra y tejados rojizos, esta iglesia parroquial preside la vida del pueblo desde hace siglos. Se trata de un templo de origen medieval que, a pesar de las modificaciones sufridas con el paso del tiempo, conserva la sobriedad y el encanto de las construcciones rurales de las Merindades, enmarcado en un paisaje de gran belleza natural.
Historia
La advocación a Santa Eugenia ya nos habla de una profunda tradición cristiana en el lugar. Aunque no existen demasiados documentos sobre su origen, la iglesia aparece ligada a la organización parroquial del valle desde la Edad Media, momento en el que los pueblos de esta zona dependían estrechamente del monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, situado a pocos kilómetros. A lo largo de los siglos, el edificio fue adaptándose a las necesidades de la comunidad: reformas en sus muros, cambios en el mobiliario litúrgico y restauraciones puntuales que han permitido mantenerla en pie hasta la actualidad.
Características
El templo es de traza sencilla, como corresponde a una iglesia rural, pero con elementos que le otorgan personalidad. Sus muros de piedra caliza local, bien ensamblados, muestran la solidez típica de estas construcciones. La cubierta es de teja árabe rojiza a dos aguas, siguiendo la tipología de la zona. La espadaña, situada a los pies, alberga las campanas que durante siglos marcaron el ritmo diario del pueblo. El interior, sobrio y acogedor, conserva la atmósfera propia de los templos rurales, donde la luz tenue resalta los elementos más destacados, entre ellos el retablo mayor dedicado a Santa Eugenia, de estilo popular, que guarda la devoción central de la localidad.
Uso y conservación
La iglesia de Santa Eugenia sigue siendo hoy el lugar de culto y reunión de los vecinos de Villasopliz, especialmente en las festividades patronales. Aunque el número de habitantes es reducido, la iglesia se mantiene gracias al cuidado vecinal y al apego que los hijos del pueblo tienen a su templo. Este compromiso colectivo ha hecho posible que, pese al paso del tiempo y a la despoblación, el edificio se conserve en buen estado, manteniendo su papel como símbolo de identidad y como testigo de la historia del valle.
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