La ciudad de Burgos tiene su origen en el Castillo, situado en lo alto de un cerro. En el año 884 el conde Diego Porcelos funda la ciudad y este emplazamiento sirvió de puesto de vigilancia de los territorios cristianos.
La importancia del Castillo creció a la par que la de la ciudad hasta levantarse en su interior un fastuoso alcázar real. Fue especialmente relevante el asedio que sufrió durante la guerra de sucesión castellana, en la que los partidarios de la infanta Juana la Beltraneja resistieron durante varios meses las acometidas de las tropas defensoras del trono de Isabel la Católica.
Tras siglos de abandono e incendios, el Castillo vuelve a cobrar protagonismo y se transforma durante la Guerra de la Independencia adecuándose a la moderna artillería y a las nuevas tácticas de guerra. Su papel fue crucial cuando las tropas anglo-portuguesas al mando del Duque de Wellington atacaron el Castillo en 1812. Desgraciadamente, las tropas francesas pusieron fin a su ocupación en 1813 cuando volaron el arsenal del castillo. Tras una serie de intervenciones arqueológicas y de consolidación el castillo se ha convertido en una silueta que evoca las murallas y los cubos que tuvo antiguamente. El parque que lo rodea se ha transformado en un bosque reforestado convirtiéndolo en un magnífico espacio de esparcimiento a poca distancia del centro de la ciudad. Los muros del Castillo y el cercano mirador ofrecen excelentes vistas panorámicas de Burgos y de su Catedral.
El Castillo de Burgos es un testimonio impresionante de la historia medieval de España. Su posición estratégica, arquitectura imponente y vistas panorámicas hacen de él un destino imperdible en Burgos. Al explorar sus murallas y torres, los visitantes pueden retroceder en el tiempo y sumergirse en la historia de esta importante fortaleza.