
Potro de Herrar de Jaramillo de la Fuente
En pleno corazón de la Sierra de la Demanda, en el encantador pueblo de Jaramillo de la Fuente, no todo gira en torno a su impresionante iglesia románica. Entre las calles de la localidad también se esconde un testimonio de la vida cotidiana y el trabajo de antaño: el Potro de Herrar. Este elemento, tan humilde como imprescindible, formaba parte de la vida agrícola y ganadera del lugar, y hoy se conserva como un vestigio que nos conecta directamente con las costumbres y oficios tradicionales.
Historia
El potro de herrar es una construcción popular presente en muchos pueblos de la provincia de Burgos, utilizada desde hace siglos. En él se inmovilizaba al ganado —principalmente bueyes y vacas de labor— para realizar el herraje o cualquier tipo de cura y mantenimiento de sus patas. En Jaramillo de la Fuente, este potro no solo recuerda la importancia de la ganadería en la economía local, sino también el espíritu comunitario, ya que solía ser un espacio de uso compartido por todos los vecinos. Además, en el entorno de este potro se ha conservado también otro elemento curioso: el lugar donde se les daba forma a las cachavas (bastones), un complemento muy arraigado en la vida rural.
Características
El potro está formado por una estructura de piedra, con cuatro sólidos pilares que servían de soporte a las vigas de madera y correas que sujetaban firmemente al animal. Su diseño era sencillo pero eficaz, pensado para evitar movimientos bruscos y garantizar tanto la seguridad del herrador como la del animal. La piedra empleada, típica de la zona, ha resistido el paso del tiempo y aún hoy nos permite imaginar las escenas cotidianas de trabajo en este lugar.
Uso y conservación
Aunque ya no se utiliza, el potro de herrar de Jaramillo de la Fuente se conserva como un elemento etnográfico de gran valor. Forma parte del patrimonio local y es un testimonio vivo de las labores agrícolas y ganaderas que marcaron la identidad del pueblo. Su cercanía a la iglesia románica lo convierte en una visita complementaria perfecta, ya que muestra al viajero no solo el arte monumental, sino también la vida cotidiana de generaciones pasadas.
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