Durante los años 2017 y 2019 el túmulo de El Arroyo de Las Vegas fue objeto de dos campañas de intervención arqueológica. Así, se ha identificado que en este lugar se edificó una estructura compuesta por una pequeña cámara central ovalada con suelo de losas y paredes de bloques de 2 m² a la cual se le adosó un túmulo o monticulo de piedras de cerca de 10 m de diámetro y, al menos, 0,5 m de altura. El túmulo fue a su vez rodeado por un anillo de lajas de caliza de aproximadamente 1 m de altura que fueron hincadas en el suelo -ahora perfectamente visibles- y sobre éstas, por último tas, por último, fue construido un pequeño de pequeños cantos. En todo este contrafuerte de complejo realizaron varias inhumaciones -al se menos 3 individuos adultos y 1 menor de seis años- que fueron acompañadas de elementos de ajuar como recipientes cerámicos muy característicos del Bronce Antiguo (2200-1500 a.C.) y, además, dos pequeñas cuentas de collar de piedra. Milenios después, durante la Edad Media o Moderna, el lugar fue saqueado, revuelto y parcialmente destruido.
Los huesos humanos y materiales arqueológicos registrados indican que El Arroyo de las Vegas fue una pequeña tumba monumental de la Edad del Bronce construida para un reducido grupo de personas, un concepto radicalmente distinto al del también sargentano gran dolmen Neolítico de La Cabaña el cual se encuentra arriba en el páramo. En La Cabaña (c. 3800 a.C.) un gran grupo de familias campesinas construyó un colosal monumento que fue utilizado como lugar de culto -celebración de solsticios- y para acoger numerosos enterramientos. Aquí, en El Arroyo de las Vegas (c. 2000 a.C.) probablemente una única familia edificó este lugar para ocuparse del reposo de los suyos y de nadie más. Una buena muestra de la ruptura de la sociedad colectivista neolítica y de la emergencia de la sociedad de familias aristocráticas de la Edad del Bronce.