
Conjunto Urbano de Manzanedo
El conjunto urbano de Manzanedo es uno de los rincones más pintorescos del Valle de Manzanedo, al norte de la provincia de Burgos. Se trata de una localidad que conserva con mimo la esencia rural, con un caserío compacto de casas montañesas tradicionales, agrupadas en torno al arroyo de Valdequintana, que atraviesa el pueblo y lo divide en dos. Sus calles estrechas y serpenteantes, junto con la silueta de su iglesia, situada en una zona más elevada y rodeada de construcciones de piedra, crean un ambiente que atrapa al visitante desde el primer paso.
Historia
El origen de Manzanedo se remonta a la Edad Media, cuando ya aparece documentado como parte del entramado de aldeas vinculadas al monasterio de Santa María de Rioseco. Durante siglos, su economía estuvo basada en la agricultura y la ganadería, lo que explica la solidez y funcionalidad de sus viviendas, adaptadas a las necesidades del campo y la vida comunitaria. A pesar del proceso de despoblación sufrido en el siglo XX, Manzanedo ha mantenido buena parte de su fisonomía original, convirtiéndose hoy en un testimonio vivo de la arquitectura popular de las Merindades.
Características
El caserío de Manzanedo se caracteriza por sus casas de piedra caliza, con tejados de teja árabe rojiza a dos aguas que buscan la máxima exposición solar. Las construcciones suelen contar con solanas orientadas al sur, auténticos balcones corridos de madera que servían tanto para aprovechar la luz como para secar productos agrícolas. El urbanismo del pueblo se organiza en torno a varias callejuelas que serpentean acompañando al curso del arroyo, lo que le confiere un trazado irregular y lleno de rincones con encanto. La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en una parte más elevada, destaca como referencia visual, rodeada de casas que parecen protegerla.
Uso y conservación
Hoy en día, Manzanedo conserva buena parte de sus casas en pie gracias al esfuerzo de vecinos y visitantes que han restaurado sus viviendas respetando la tradición. El conjunto urbano mantiene su carácter vivo, utilizado como residencia habitual de algunos vecinos y como segunda vivienda de familias que buscan tranquilidad y contacto con la naturaleza. La armonía de sus construcciones y el cuidado de sus calles hacen que el pueblo sea un claro ejemplo de cómo la arquitectura popular puede mantenerse en pie y seguir transmitiendo identidad a nuevas generaciones.
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