Puente de Carlos III
El Puente de Carlos III es uno de los símbolos arquitectónicos más importantes de Miranda de Ebro. Este puente de piedra, que cruza el río Ebro entre los barrios de Aquende y Allende, no solo es un punto clave en la infraestructura de la ciudad, sino también un testimonio de su historia, al haber sido un lugar de paso estratégico y esencial para el desarrollo económico de Miranda. El puente actual fue construido en el siglo XVIII y sigue siendo un elemento icónico en la ciudad.
Historia
El primer puente
Aunque no se tiene certeza sobre cuándo se construyó el primer puente de Miranda de Ebro, se sabe que ya existía en tiempos de la concesión del fuero de 1099 por el rey Alfonso VI. Este fuero otorgaba a Miranda el derecho de cobrar peaje (pontazgo) por el paso de mercancías y personas entre ambas orillas del río, convirtiendo a la ciudad en un cruce de caminos vital para el comercio entre Castilla, Álava y La Rioja.
El puente original probablemente fue de madera y fue sustituido por una estructura más robusta en el año 1177, que constaba de siete arcos y tenía una torre defensiva donde se cobraba el pontazgo. A lo largo de los siglos, el puente medieval fue sufriendo daños y reparaciones constantes, hasta que una riada en junio de 1775 lo destruyó por completo.
El Puente de Carlos III
Tras la riada, el Concejo de Miranda contactó con la corte de Carlos III para gestionar la construcción de un nuevo puente. La obra fue encargada al arquitecto riojano Francisco Alejo de Aranguren, con la colaboración del cántabro Pedro del Mazo. Las obras comenzaron en 1775 y, en un tiempo récord, el puente fue completado en 1777, aunque no fue inaugurado oficialmente hasta 1780.
Este nuevo puente constaba de seis arcadas de piedra de sillería, levantadas sobre cinco pilas, con tajamares semicirculares y apuntados que ayudaban a reducir el impacto de las aguas. En 1787, se añadieron dos esculturas de leones en la entrada de Allende, obra del artista alavés Juan Antonio de Moraza, que simbolizaban el poder real y el de la ciudad.
En 1911, el ingeniero Federico Keller llevó a cabo una reforma significativa, añadiendo aceras y barandillas de fundición, y reubicando los leones al centro del puente. Hasta 1953, el puente de Carlos III soportó el tráfico de la carretera Nacional I, lo que lo convirtió en un paso obligado para el tráfico rodado de la época.
Características arquitectónicas
El Puente de Carlos III es un puente de estilo neoclásico, compuesto por seis arcos de piedra. Las pilas sobre las que se apoyan los arcos están reforzadas con tajamares, estructuras en forma de cuña que ayudan a desviar la corriente del río y protegen el puente de la erosión del agua.
Su construcción con piedra de sillería le confiere una gran solidez y resistencia, lo que ha permitido que se mantenga en pie a lo largo de más de dos siglos, con varias reformas a lo largo del tiempo. Además, es una obra perfectamente integrada en el paisaje urbano de Miranda de Ebro, donde sigue cumpliendo su función como paso tanto peatonal como para vehículos.
Restauraciones y cambios
Entre 2005 y 2006, el puente de Carlos III fue parcialmente peatonalizado, en una reforma que causó cierta polémica debido a la incorporación de barandillas de acero corten y faldones del mismo material, que alteraron el aspecto original de la estructura. A pesar de la controversia, la restauración permitió que el puente siguiera siendo funcional y seguro para los ciudadanos.
Viento: 1 km/hHumedad: 90%