Poza de la Sal, ubicada en la comarca de La Bureba, es una villa burgalesa que invita a un viaje en el tiempo. Conocida por sus antiguas salinas, Poza ha sido un punto estratégico y económico desde la época romana, cuando la explotación de la sal la convirtió en un enclave crucial para el comercio. Este recurso, tan valioso en la antigüedad, fue el motor de su desarrollo a lo largo de los siglos, y la villa creció en torno a la producción de sal, que le dio fama y prosperidad. Hoy, su historia salinera sigue presente, y visitar Poza de la Sal es descubrir los vestigios de una de las tradiciones industriales más antiguas de España.
A lo largo de los siglos, Poza de la Sal evolucionó desde su origen romano y medieval hasta convertirse en una villa de gran importancia defensiva y comercial. Su castillo, que domina la villa desde lo alto, es testigo de las múltiples batallas y tensiones de la historia castellana. El crecimiento de la villa y su organización están íntimamente ligados a la explotación de las salinas, cuyas eras y sistemas de evaporación siguen siendo visibles. Este desarrollo convirtió a Poza en una localidad clave en la región, donde los comerciantes y viajeros encontraban una fortaleza defensiva y un núcleo próspero en pleno corazón de Castilla.
El entramado urbanístico de Poza de la Sal es uno de sus mayores encantos. Calles empedradas, estrechas y sinuosas llevan al visitante por un laberinto medieval que desemboca en plazas llenas de historia. Los soportales y casonas señoriales de piedra, algunas de ellas con más de cinco siglos de antigüedad, reflejan la riqueza que trajo el comercio de la sal. La Plaza Mayor, con su aire tradicional, es el epicentro de la villa, y desde ahí se despliega una red de callejuelas que conectan a los visitantes con el pasado y el presente de Poza. Todo el conjunto urbano está rodeado por un entorno natural espectacular, desde las llanuras de la Bureba hasta las montañas cercanas que abrazan la villa.
Pero si hay un motivo que convierte a Poza de la Sal en un lugar especial, es ser la cuna de Félix Rodríguez de la Fuente, el célebre naturalista y divulgador español. Aquí, entre los parajes de su infancia, Félix aprendió a amar la naturaleza y desarrollar la pasión que más tarde lo haría mundialmente conocido. Su legado permanece vivo en Poza, donde el paisaje y la biodiversidad que lo inspiraron siguen intactos. Visitar Poza de la Sal es adentrarse no solo en su historia milenaria, sino también en los primeros pasos de uno de los mayores defensores de la naturaleza en España. Una visita que, sin duda, no defrauda.