Peñaranda de Duero es el sueño hecho realidad para cualquiera que ame el mundo rural y los encantos de los pueblos con historia. Al llegar a este rincón de Burgos, te envuelve un ambiente auténtico y tranquilo que parece sacado de un cuento, de hecho Peñaranda de Duero, forma parte del club de los "Pueblos más bonitos de España".
El primer contacto lo tienes con la Plaza Mayor, un auténtico escaparate de la vida rural castellana. Aquí, el ritmo de vida es pausado y acogedor. Los edificios históricos con soportales te invitan a sentarte, tomar un café y observar la vida cotidiana del pueblo, donde el tiempo parece fluir de manera diferente.
A medida que te adentras en el pueblo, te sorprende la belleza de la Iglesia de Santa Ana, un magnífico ejemplo de la arquitectura gótica que revela la devoción y la tradición de épocas pasadas. Es impresionante cómo este edificio, con su retablo intrincado y su torre que sobresale por encima del resto de los edificios, nos conecta con la historia y el arte de antaño.
Luego, el Palacio de los Duques de Miranda te transporta a la grandeza de épocas pasadas. Este palacio renacentista, con su elegante fachada y sus ventanas abiertas a la Plaza mayor, es testigo de la opulencia y el estatus de la nobleza que una vez habitó este lugar. Cada rincón del palacio cuenta una historia de riqueza y prestigio., el cual puedes visitar.
No puedes dejar de visitar el Castillo de Peñaranda, una fortaleza que, aunque no se conserva en su totalidad, sigue presidiendo el paisaje con su majestuosa presencia. Desde sus murallas, las vistas del valle te recuerdan el esplendor y la importancia estratégica que tuvo en tiempos antiguos. Imaginar cómo era la vida aquí durante la Edad Media te hace apreciar aún más el legado de este lugar.
La Farmacia de Peñaranda de Duero es una auténtica joya para los apasionados del mundo rural. Fundada en el siglo XVII, es uno de esos lugares que conserva el alma de épocas pasadas, con su mostrador y utensilios históricos que cuentan la evolución de la medicina rural. Es un testimonio viviente de cómo era la vida en tiempos anteriores y de la tradición farmacéutica local.
Finalmente, un buen plato de comida y un vino de la Ribera del Duero en uno de los restaurantes del pueblo son el broche de oro para esta experiencia rural. Disfrutar de la gastronomía local es una forma deliciosa de sumergirse en la cultura y las tradiciones del lugar.